EL TINTERO SE VOLCÓ SOBRE EL PAPEL

Había una vez un tintero triste, con el tapón bien encajadito y el alma desencajada. Soñaba con crear, expandirse, volar, destaparse... soñaba, en fin, con vivir. Una mañana de otoño un niño descuidado golpeó sin querer una silla, que, a su vez, chocó con una lámpara, que, a su vez, cayó sobre una mesa... donde se hallaba el tintero. Éste recibió el impacto, con tal fortuna, que, por obra y gracia de la casualidad, se abrió de una manera tan sencilla que resultaría difícil de creer. El tapón saltó por los aires y fue a parar a la pecera vacía que había en el alféizar de la ventana. El tintero bailó y bailó, giró con tal delicadeza e intriga que hasta las partículas que flotaban en el aire se detuvieron a observar el fatal desenlace... que no se produjo. Segundos eternos después logró restablecer su perdido equilibrio y recomponer su elegante figura, pero sin poder ni querer dejar escapar unas gotas magníficas que fueron a estamparse en unos folios vacíos dejados allá por el azar (continuará).